viernes, 26 de diciembre de 2008

CUENTO DE NAVIDAD

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En una casa más o menos humilde de un país cualquiera vivía una familia compuesta por el matrimonio y sus dos hijos.
Juan el hijo mayor de 24 años, casi abogado y Priscila, la pequeña de apenas 4 añitos.
Al acercarse la navidad el padre había comprado un rollo de cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de ponerlos en el modesto arbolito, armado desde principios de diciembre en la entrada de la casa. El 23 en la noche, el hombre se decidió a empaquetar los regalos, más simbólicos que valiosos, para nochebuena. Qué desagradable sorpresa fue encontrar en el estante del ropero, el tubo de cartón donde venía enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros del costosísimo papel de envoltura.
El dinero era bastante escaso en la familia y posiblemente por eso, a pesar de lo avanzado de la hora el señor explotó de furia y mandó a llamar a su familia para ver quién había utilizado el papel que él compro para los regalos. La pequeña Priscila apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella lo había usado.
-¿Pero no te das cuenta que ese papel es muy caro y que tu papa tuvo que trabajar varios días para comprarlo. Podrías decirme para qué tontería usaste el papel metalizado? La niña salió corriendo y regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias capas del costoso papel, ahora arrugado e inutilizable.
-¿No te dijo tu madre que no debes tocar las cosas de los mayores para tus juegos?. Como se te ocurre envolver esa caja con cinco metros de papel dorado??
- -Es un regalo de navidad, papá- dijo Priscila- para el arbolito.
-¿Y se puede saber para quien es este regalo tan valioso como para usar todo el rollo de papel en envolverlo?.
- ¿Y para quien va a ser?, para vos, papá.
El hombre se enterneció y abrazándola le pidió disculpas por los gritos. Como nos sucede a todos, con el regalo en las manos quiso saber qué contenía y le pidió a la pequeña permiso para abrirlo. Poco después el hombre volvía a explotar:
-Cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro. ¿Usaste ese papel para envolver una caja vacía?
A la pequeña se le llenaron de lágrimas los ojos y dijo: Es que la caja no está vacía, papá, yo soplé adentro cincuenta y ocho besos para vos. El padre alzó a la niña y le suplicó que perdonara su ceguera y su ignorancia. Dicen que el hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama y que siempre que se sentía derrumbado, abría la caja y tomaba de ella un beso de su hija. Esto lo ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante y de lo que sólo eran tonterías.


Cuento recopilado por Jorge Bucay

sábado, 6 de septiembre de 2008

¿SE PUEDE ARREGLAR EL MUNDO?



Un científico que vivía preocupado con los problemas del mundo estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día su hijo de 7 ańos invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.El científico nervioso por la interrupción le pidió al nińo que fuese a jugar a otro lado.Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.De repente se encontró con una revista en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: como te gustan los rompecabezas te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.Entonces calculó que al pequeńo le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas escuchó la voz del nińo que lo llamaba calmadamente. Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo. Al principio el padre no creyó en el nińo. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.Desconfiado el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un nińo.Para su sorpresa el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. Cómo era posible? Cómo el nińo había sido capaz de hacerlo? De esta manera el padre preguntó con asombro a su hijo- Hijito tú no sabías cómo era el mundo cómo lo lograste?Papá respondió el nińo, yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre que sí sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo.
Gabriel García Márquez

domingo, 31 de agosto de 2008

EL HILO ROJO




"Cuando un
bebé nace, unos hilos rojos invisibles salen de su espíritu y conectan con todas las personas que entrarán en su vida. A medida que el bebé crece, los hilos se van acortando, acercando cada vez más a aquellas personas que están destinadas a reunirse a pesar del tiempo, del lugar o de la circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse pero nunca romperse."
fábula china

viernes, 15 de agosto de 2008

LAS RANITAS EN LA CREMA





Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de crema.

Inmediatamente sintieron que se hundían; era imposible nadar o flotar mucho tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente pero era inútil, sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sintieron que cada vez era más difícil salir a la superficie a respirar.

Una de ellas dijo en voz alta:

— "No puedo más. Es imposible salir de aquí, esta materia no es para nadar. Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril."

Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.

La otra rana, más persistente o quizás más tozuda, se dijo:

— "¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quisiera morir un segundo antes de que llegue mi hora."

Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar un centímetro. ¡Horas y horas!.

Y de pronto... de tanto patalear y agitar, agitar y patalear, la crema, se transformó en manteca.

La rana sorprendida dio un salto y patinando llegó hasta el borde del pote.

Desde allí, sólo le quedaba ir croando alegremente de regreso a casa.

Jorge Bucay

miércoles, 13 de agosto de 2008

CÓMO CRECER...

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.

El rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".

Jorge Bucay

lunes, 11 de agosto de 2008

APRENDER A COMUNICARSE

Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. "¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad", dijo el sabio. "¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!", gritó el Sultán enfurecido.

Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: "¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes". Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. El segundo sabio respondió: "Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."

lunes, 14 de julio de 2008

LECCIÓN DE FILOSOFÍA

Un profesor, delante de sus alumnos de la clase de filosofía, sin decir ni una palabra, cogió un bote grande de vidrio y procedió a llenarlo con pelotas de golf.

Después preguntó a los estudiantes si el bote estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí.

El profesor cogió una caja llena de perdigones y los vació dentro del bote. Estos llenaron los espacios vacíos que quedaban entre las pelotas de golf.

El profesor volvió a preguntar de nuevo a los estudiantes si el bote estaba lleno, y ellos volvieron a contestar que sí.

Después el profesor cogió una caja con arena y la vació dentro del bote. Por supuesto que la arena llenó todos los espacios vacíos y el profesor volvió a preguntar de nuevo si el bote estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes le respondieron con un sí unánime.

El profesor, rápidamente añadió dos cervezas al contenido del bote y efectivamente, el líquido llenó todos los espacios vacíos entre la arena.

Los estudiantes reían. Cuando la risa se fue apagando, el profesor les dijo: 'Quiero que os fijéis que este bote representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, cosas que te apasionan. Son cosas que, aunque perdiéramos el resto y nada mas nos quedasen estas, vuestras vidas aún estarían llenas.

Los perdigones son las otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche.....

La arena es el resto de las pequeñas cosas.

Si primero pusiéramos la arena en el bote, no habría espacio para los perdigones, ni para las pelotas de golf. Lo mismo sucede con la vida. Si utilizáramos todo el nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, no tendríamos nunca lugar para las cosas realmente importantes.

Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad.

Juega con tus hijos, concédete tiempo para ir al médico, ve con tu pareja a cenar, practica tu deporte o tu afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa, para reparar la llave del agua.

Ocúpate primero de las pelotas de golf, de las cosas que realmente te importan. Establece tus prioridades, el resto solo es arena'.

Uno de los estudiantes levanto la mano y le preguntó que representaban las cervezas.

El profesor sonrío y le dijo: 'Me encanta que me hagas esta pregunta!.La cerveza es para demostrar que aunque tu vida te parezca llena, siempre hay un lugar para dos cañas con un amigo'

(autor: anónimo, circulando por Internet)

miércoles, 9 de julio de 2008

CUENTO CHINO

LOS PALILLOS

Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.

Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.

MIS CUENTOS FAVORITOS


GALLETITAS

A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la
ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará
aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista,
luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del
andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a
leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el
muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de
galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela
despreocupadamente.
La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a
hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el
paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo
fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales
de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora
cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última
galletita. " No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada
mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha
suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le
ofrece media a la señora.
- Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde
el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: "Insolente".
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se
sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ! Intacto!.
SUEÑOS DE SEMILLA


En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una
semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de
potencialidades.
...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia
vida en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después.
Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil,
absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje,
llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son
los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que
oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños
semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en
cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los
dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos
enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez
cegadora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos... Y un día, mientras
transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros
sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas
gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y
nuestro futuro.
Nada hay que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada
semilla sabe... cómo llegar a ser árbol...


EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para
hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y
bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que
me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis
propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo
podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era
desvalorizado y sus necesidades postergadas-.
- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño
de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que
está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para
pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible,
pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa
moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los
mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo
que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro,
algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable
como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy
valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de
cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda
de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -
más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría
habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir
entonces su consejo y su ayuda.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás
pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda
engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-
. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y
vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender
el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se
lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo
miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más
que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.
- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca
de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo:
una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un
experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu
verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano
izquierda.
EL PORTERO DEL PROSTÍBULO

Este cuento trata sobre un hombre común. Ese hombre era el portero de un prostíbulo.

No había en aquel pueblo un oficio peor conceptuado y peor pagado que el de portero del prostíbulo... Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?

De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido el portero de ese prostíbulo y también antes, el padre de su padre. Durante décadas, el prostíbulo se pasaba de padres a hijos y la portería se pasaba de padres a hijos.Un día, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio.

Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones.

Al portero, le dijo:

- "A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Allí anotará usted la cantidad de parejas que entran día por día. A una de cada cinco, le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes."

El hombre tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo pero...

- "Me encantaría satisfacerlo, señor", balbuceó. "Pero yo... yo no sé leer ni escribir."

- "¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga estoy y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto..."

- "Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi abuelo..."

No lo dejó terminar.

- "Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, los siento. Que tenga suerte."

Y sin más, se dio vuelta y se fue.

El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a su casa, por primera vez, desocupado. ¿Qué hacer?

Recordó que a veces en el prostíbulo cuando se rompía una cama o se arruinaba una pata de un ropero, él, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.

Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, sólo tenía unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que comprar una caja de herramientas completa. Para eso usaría una parte del dinero que había recibido.

En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había una ferretería, y que debería viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. ¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha. A su regreso, traía una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.

- "Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme."

- "Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quedé sin empleo..."

- "Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano."

- "Está bien."

A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta.

- "Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?"

- "No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería está a dos días de mula."

- "Hagamos un trato", dijo el vecino. "Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos días de vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?"

Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro días... Aceptó. Volvió a montar su mula. Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.

- "Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?"

- "Sí..."

- "Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro días para nuestras compras."

El ex–portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue..“...No todos disponemos de cuatro días para hacer compras”, recordaba.

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara a traer herramientas.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes.

La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje. Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.

Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podría ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón. Luego le hizo una entrada más cómodo y algunas semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio.

Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Él era un buen cliente.Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.

Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para él las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no? las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos...

Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región. Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidió donar a su pueblo una escuela. Allí se enseñarían además de lectoescritura, las artes y los oficios más prácticos de la época.

El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo:

- "Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de la nueva escuela."

- "El honor sería para mí", dijo el hombre. "Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir. Yo soy analfabeto."

- "¿Usted?", dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo.

- "¿Usted no sabe leer ni escribir?¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto ¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?"

- "Yo se lo puedo contestar", respondió el hombre con calma. "¡Si yo hubiera sabido leer y escribir... sería portero del prostíbulo!."

Adaptado por Jorge Bucay

CUENTO CLÁSICO DE LA INDIA


MADERA DE SÁNDALO

Era un hombre que había oído hablar mucho de la preciosa y aromática madera de sándalo, pero que nunca había tenido ocasión de verla. Había surgido en él un fuerte deseo por conocer la apreciada madera de sándalo.

Para satisfacer su propósito, decidió escribir a todos sus amigos y solicitarles un trozo de madera de esta clase. Pensó que alguno tendría la bondad de enviársela. Así, comenzó a escribir cartas y cartas, durante varios días, siempre con el mismo ruego:

- “Por favor, enviadme madera de sándalo”.

Pero un día, de súbito, mientras estaba ante el papel, pensativo, mordisqueó el lápiz con el que tantas cartas escribiera, y de repente olió la madera del lápiz y descubrió que era de sándalo.